¿DOCENCIA PARA EL CAMBIO?

Estás Viendo:
¿DOCENCIA PARA EL CAMBIO?

A

Anonymous

Guest
ENSAYO

jebar16@hotmail.com



¿DOCENCIA PARA EL CAMBIO?



JORGE ELIECER BAUTISTA RODRIGUEZ


A medida que avanzo en el campo de la docencia universitaria, en cada paso que se da en el aula de clase, en las expresiones y conceptos que emiten los estudiantes, no cabe duda que todos los docentes universitarios debemos hacer un alto en el camino, una pausa en el trajinar diario, un descanso para recapacitar y reacondicionar el piloto automático, un momento de serenidad para pensar que hemos hecho, que estamos haciendo y por qué debemos cambiar.


Cuando Jarques DELORS expresara en la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI de la Unesco: ¨De la educación depende en gran medida el progreso de la humanidad…hoy está cada vez más arraigada la convicción de que la educación constituye una de las armas más poderosas de que disponemos para forjar futuro. El principal peligro, en un mundo marcado por la interdependencia planetaria y la mundialización, es que se abra un abismo entre una minoría capaz de moverse en ese mundo nuevo…y una mayoría importante para influir en el destino colectivo¨; y me pareció al escuchar sus palabras que estaban dirigidas directamente al docente universitario; porque somos nosotros los que ubicados en un aula guiamos una cátedra, y nos convertimos en los forjadores del futuro del país. Con cada una de nuestras frases podemos repotenciar a los jóvenes que escuchan nuestra clase, o simplemente les vamos llenando de datos y conceptos sin practicidad en un mundo cambiante que los va a dejar con un titulo inservible.


La nueva docencia debe ser para el cambio. El nuevo docente debe enseñar para formar líderes, debe enseñar para incentivar la creatividad, debe innovar el viejo discurso, el aparentar que sólo él sabe y que el estudiante no es más que un pendenciero, alegre, folklórico, inmaduro, incoherente y despistado para colocarse a su nivel.


La cátedra magistral para impresionar, la poca participación del estudiante y las inquisidoras notas deben ir desapareciendo del nuevo docente universitario. Este debe convertirse en un facilitador del aprendizaje y en un revitalizador de temas para enseñar a pensar y no a recitar sermones de conceptos que no tienen vida útil después del examen.


Integrar conocimientos desde planos morales y éticos resultaría más beneficioso que recitar todo un documento de leyes, normas y tratados que sólo se toman para responder a unas preguntas pero que no se les da una utilidad en la vida misma del estudiante, o en la vida de sus familias, su barrio o su municipio.


Jorge Duque Linares, pedagogo y teólogo, expresaba con voz entrecortada en una de sus conferencias: Sí el ICFES montara las pruebas a estudiantes sobre comportamiento y valores, no sé cuántos muertos nos habríamos evitado en Colombia ¨, y en buena parte tiene razón, y esa parte es que todos deberíamos preocuparnos por una educación con programas pedagógicos para fortalecer las potencialidades de cada uno de los niños que llegan a las puertas de los colegios, de las escuelas, de los liceos, de las guarderías infantiles; pero creo que primero deberíamos preocuparnos por capacitar docentes con mentalidad futurista, con soñadores de la pedagogía y del currículum, y que no sigamos procesando profesores en serie en las facultades de educación y licenciatura del país que salen al mercado laboral a competir deslealmente por un puesto, y luego se sientan en un escritorio a jugar al yo sé todo, al yo soy el mejor, al yo si aprendí y logré un título profesional y por lo tanto soy yo el que valgo, soy yo el indispensable, y soy yo el único que entiende las leyes del saber.


De ese paradigma se ha partido al elaborar los programas pedagógicos, de esa base se instruye en muchas universidades y por eso nos hemos ido quedando retrasados en el tiempo.

En una de mis clases de tutoría de Administración I, en la Universidad Francisco de Paula Santander de Cúcuta, me respondía un estudiante, al preguntarle por qué estaba estudiando esa tecnología, de la siguiente manera: ¨yo estoy aquí porque también quiero que me digan doctor ¨. En verdad, lo confieso sinceramente, no sentí más que tristeza, no por el estudiante, sino por aquellos que le habían creado esa necesidad social de ser doctor, pero sin importar hasta donde él podía ser una persona útil para sí mismo, para su familia, y para la sociedad que comparte.


Otro día, me comentaba un alumno que tenía problemas para pasar una materia porque desde que llegó un docente exigió que le dijesen DOCTOR para dirigirse a él, porque para eso se había quemado las pestañas para sacar un título profesional y cualquier Juan de los palotes, perdonen la coloquial expresión, no iba a rebajarlo llamándolo ¨profesor¨. Parece que él estaba convencido que profesor era cualquiera y doctor muy pocos.


Eso me incentivó a cambiar en mi forma de ser, en mi forma de pensar, en mi manera de preparar una clase, en compartir con todos los estudiantes, por insignificantes que parecieran sus conceptos y, puedo asegurarlo, me siento a gusto conmigo mismo y estoy convencido que voy profesando a todos mis colegas docentes un mismo mensaje, que somos nosotros los generadores del cambio. La universidad, lo promulgo así, se debe preocupar por entregar títulos que vuelvan personas a los que lo posean y, por el contrario, evitar seguir entregando títulos para elevar la autosuficiencia y el ego de unos cuantos. La sociedad necesita gestores del cambio de pensamiento (investigadores), dinamizadores de la cátedra útil para la vida y generadores de la creatividad y el servicio.


Que bueno sería que el estudiante no se apartara, fuese cual sea la profesión, de la realidad social de su región, del sector social, del económico productivo, de los servicios de necesidades básicas y de la realidad demográfica y de infecciones de transmisión sexual que agobian a muchos jóvenes dentro de los claustros educativos sin que haya una pedagogía o un currículum que les tenga en cuenta.


La sociedad es un elemento clave para el desenvolvimiento de cada estudiante porque en esa sociedad él encuentra las indelebles impresiones que marcan su orden moral y las leyes de cómo actuar ante ella. Reafirmar su sociabilización o abandonarlo a su asocialización también depende de cada uno de nosotros los docentes que ingresamos al recinto de clase. Docente que no tenga en cuenta el problema en que se encuentra un estudiante, no podrá enseñarle nada porque la cátedra, de pronto, es lo que menos le importa del profesor. Hay jóvenes que asisten a una clase por la manera como se les habla, como se les entiende, como se les da oportunidad de participación, como se les tiene en cuenta para las actividades…y el resultado es el apego que toma hacia la materia y buscan sobresalir para no defraudar a quien les da tantas oportunidades.


Docente y padre, docente y cambio, deben mezclarse. ¨No me diga pensamientos…enséñame a pensar ¨ me dijo una estudiante y aún sigo conmovido por la forma como me lo expresó, y sin poder olvidar que por ser solamente un profesor, responsable de su cátedra, no entendí lo que quería decirme. Murió seis meses después victima del VIH SIDA y yo nunca pude enseñarle a pensar, y, lo peor, ni siquiera lo intenté.


¿Le habría ayudado a vivir unos segundos más si me hubiera detenido a analizar cada una de sus palabras y a encontrarle el clamor de soledad, de abandono, de desesperanza que tenía esa estudiante?


¿Por qué no tuve unos minutos para dialogar con ella en cambio de unas horas para hacerle cinco preguntas y colocarle una nota alta; nota que ya no tenía ningún sentido, como en muchos casos, porque la vida partía sin importarle que fuera excelente en lo académico y si le cobraba que fuera un desastre en lo íntimo de su ser?


¿Por qué me importaba sólo cumplir con un horario, un tema, unas preguntas y una nota, si esa estudiante lo que necesitaba era afecto, comprensión y una frase sincera para que no se avergonzara de su pasado sin guía?


¿Cuántos estudiantes nos miran a los ojos buscando una respuesta a su falta de hogar, de madre, de padre, de hermanos, de amigos leales, de afecto, de amor, de comprensión, de cariño, de motivación, de incentivo; de una mano sincera que se extienda, no para recriminarlo, sino para apoyarlo y levantarlo cuantas veces sea necesario?


¿De qué vale ser el profesor justiciero con la cátedra si es injusto con la vida?


¿Qué importa mirar a los ojos al estudiante para recalcarle que es mal estudiante y que sacó un cero en el examen, si no podemos mirarle a la cara cuando logra éxitos de vida y de futuro?


¿Por qué sonreírle cuando logra el título profesional si lo que quisimos siempre fue que repitiera la materia y, ojalá, que nunca la pasara?


¿Para qué docentes enchapados en un paradigma del pasado: “la letra con sangre entra”, si nosotros las aprendimos con besos y ternura?


No podría terminar el preámbulo de este ensayo, que seguramente dará para todo un módulo en un futuro no muy lejano, sin citar las palabras de nuestro premio Nóbel, Gabriel García Márquez: ¨una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar de quiénes somos en una sociedad que se quiera a sí misma. Que aproveche al máximo su creatividad inagotable y personal. Que integre las artes y las ciencias en la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia y nos abra la segunda oportunidad sobre la Tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del Coronel Aureliano Buendía. Por el país próspero que soñamos. Al alcance de los niños¨(Instalación de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, Noviembre 16 de 1993)


Docencia para el cambio futuro del país, una manera más amplia de converger el conocimiento del estudiante y el conocimiento del profesor, educador o maestro, debe ser la tarea que nos impongamos todos los docentes, jóvenes o adultos, para ayudar a las instituciones educativas a entregar títulos con responsabilidad y proyectados a mejorar en todos los niveles, siendo apoyo para las futuras generaciones y dejándoles un legado de desarrollo y progreso sustentable.


Con docentes capaces de generar un cambio en su forma de dictar una clase, de dictar una conferencia, de desarrollar un seminario, de implementar un cuestionario, de guiar un proceso de aprendizaje, haremos estudiantes creadores y entusiastas para buscar un mejor futuro para su generación y las generaciones futuras.
 
Atrás
Arriba